La osadía de Pablo
No siempre consideramos la osadía como una virtud. Algunos la confunden con la inmadurez, impulsividad o simplemente con no saber evaluar las consecuencias de las acciones que realizamos. Con todo, hay muchos ejemplos de personas osadas en la historia de la humanidad que gracias a su arrojo, convicción y perseverancia expandieron los límites de lo posible, de lo políticamente correcto y de lo que todos hacían para entrar en la aventura de la osadía.
Pablo de Tarso es uno de ellos. Vivió hace 2.000 años, pero su influencia perdura hasta el día de hoy en el vasto mundo cultural y religioso del cristianismo. Era de origen judío, aunque nació en lo que ahora conocemos como Turquía, pero se le recuerda en diversos lugares del mundo: en Roma, una de las cuatro basílicas mayores lleva su nombre, mientras que la principal Iglesia de Londres también está dedicada a san Pablo. ¿Cuál fue su osadía?
Habiendo recibido una rigurosa formación judía para convertirse en fariseo, una de las corrientes judías del s. I, tuvo una experiencia transformadora hacia el año 33 cuando iba de camino a Damasco. En esa ocasión se encontró con Jesús de Nazaret vivo, lo cual le hizo cambiar todas las certezas que tenía en ese momento. De perseguidor de cristianos, se transformó en uno de ellos. Después de un tiempo en el que estuvo retirado en Arabia, volvió a Damasco para radicarse por varios años en Antioquía, uno de los centros de expansión del cristianismo en el mundo antiguo. Allí advirtió que para ser cristiano no era necesario ser judío; también los griegos y romanos podían acceder a esta fe nueva que proclamaba que Jesús, muerto en la cruz, había resucitado y estaba vivo, lo cual traía una esperanza nueva para todos.
Por este motivo, realizó tres viajes como misionero en el mundo “pagano”, recorriendo Asia Menor y parte de Europa. Después regresó a Jerusalén y allí fue tomado preso. Apeló al César, ya que también poseía la ciudadanía romana. Viajó a Roma y permaneció allí bajo custodia militar, pero fue liberado después de un tiempo. Algunos dicen que viajó a España. Nuevamente en Roma, fue apresado y condenado a muerte. Murió mártir, decapitado, entre los años 64 y 67. En esos años, fue azotado, naufragó, estuvo preso varias veces y vivió un sinnúmero de peligros. ¿Por qué tanta osadía? Pablo no se movía por una ideología ni menos por una utopía; tampoco le interesaba la fama o el poder. Simplemente descubrió a Dios en Jesús de Nazaret y eso animó permanentemente su osadía.
+ Fernando Ramos Pérez
Arzobispo de Puerto Montt