Dignidad infinita II
Todo Chile se ha remecido e impactado al tomar conocimiento, una semana atrás, que tres carabineros fueron vilmente asesinados mientras cumplían su deber en la zona de Cañete. Más allá del impacto en nuestro país y en la importancia que se sepa luego quiénes y cómo se cometió un crimen tan alevoso, de manera que sus responsables sean llevados ante los tribunales para que respondan por sus acciones, conviene detenerse para reflexionar una vez más en torno a la importancia de la dignidad humana tanto de las víctimas como también de aquellos que cometieron éste u otros crímenes terribles.
Hace más o menos un mes atrás, el pasado 2 de abril la Santa Sede publicó un documento llamado Dignitas infinita, que aborda explícitamente esta problemática. La tesis central es que “una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre” (Dignitas infinita, 1).
Por eso, tanto víctimas como victimarios poseen una dignidad que se ha de respetar siempre y en toda circunstancia. Sin embargo, el documento se detiene a reflexionar sobre distintos matices del concepto dignidad, pues si bien la dignidad ontológica le pertenece de manera infinita a toda persona humana, independiente de su condición o acciones, hay también un concepto de dignidad moral, que se refiere “al ejercicio de la libertad por parte de la criatura humana. Esta última, aunque dotada de conciencia, permanece siempre abierta a la posibilidad de actuar contra ella. Al hacerlo, el ser humano se comporta de un modo que «no es digno» de su naturaleza de criatura amada por Dios y llamada a amar a los otros” (Dignitas infinita, 7).
De esta forma, cuando en la historia de la humanidad, como ahora ha ocurrido en el caso mencionado, se ejerce la libertad personal en contra de la dignidad de otras personas, cometiendo actos repudiables, entonces, “nos encontramos ante personas que parecen haber perdido todo rastro de humanidad, todo rastro de dignidad. A este respecto, la distinción introducida aquí nos ayuda a discernir con precisión entre el aspecto de la dignidad moral, que de hecho puede «perderse», y el aspecto de la dignidad ontológica que nunca puede ser anulada” (Dignitas infinita, 7).
+ Fernando Ramos Pérez
Arzobispo de Puerto Montt