A propósito del documento de la Santa Sede, publicado el 2 de abril del año en curso, llamado Dignitas infinita, que aborda la problemática de la dignidad humana, podemos estar de acuerdo con la tesis fundamental allí planteada, a saber, “una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre” (Dignitas infinita, 1), es decir, se trata de una dignidad ontológica, común a toda persona humana.
Sin embargo, el documento aborda otras formas de plantear la dignidad de todo ser humano. Por una parte, cuando alguien traspasa los límites del respeto de la dignidad de otra u otras personas, agrediéndolas, dañándolas o humillándolas, lo cual significa ejercitar la propia libertad contra la propia conciencia, en el fondo, pasa a llevar su propia dignidad moral, ya que utiliza su libertad no para buscar y conseguir el bien. Asimismo, cuando alguien vive en condiciones de pobreza extrema, entonces, podemos afirmar que vive en condiciones “indignas”, golpeando así su dignidad social. O bien, se puede hablar también de la dignidad existencial cuando alguien, por distintas circunstancias de salud o falta de paz, alegría o esperanza, considera que lleva una vida indigna.
Todo esto nos permite, entonces, preguntarnos si acaso la sociedad contemporánea, con su innegable avance tecnológico y científico, y también con una extendida conciencia del valor de la dignidad humana y un enorme desarrollo económico en las últimas décadas, ha logrado dar avances transversales en el respeto de la dignidad humana.
Dignitas infinita no se deja deslumbrar ni embaucar por los avances del último tiempo, sino más bien da una voz de alerta de cómo hoy sigue habiendo graves violaciones de la dignidad humana. Nos ofrece un elenco de 13 situaciones que se dan en la actualidad: el drama de la pobreza, la guerra, el trabajo de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales, la violencia contra las mujeres, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de las personas con discapacidad, la teoría de género, el cambio de sexo y la violencia digital. Realmente todo esto es para pensar y reflexionar hacia dónde nos dirigimos.