Fernando Ramos: “Con la celebración de la Navidad el Señor se presenta como una gran luz”
El arzobispo de Puerto Montt, Fernando Ramos, presidió la Santa Misa de Nochebuena en la Catedral de Puerto Montt. En su homilía, explicó la importancia del Señor como luz en las tinieblas para todos:
“Ya comenzando esta noche, comenzamos también la celebración de la Navidad y hemos entrado en procesión con la imagen del niño que le hemos puesto al centro de este pesebre. Toda esta representación que nosotros tenemos acá, tan gráfica, tan hermosa, nos habla de un hecho histórico efectivamente, de que Jesús de Nazaret nació en un pesebre hace dos mil años, muy lejos de acá, y que sin embargo ese nacimiento puede tener un impacto enorme y de hecho lo tiene en todos nosotros. Y para poder comprender lo que significa este nacimiento, las lecturas de hoy nos ayudan a acercarnos a este misterio desde una perspectiva de la fe, no simplemente ver el nacimiento de un niño, sino que aprender de ese nacimiento y recuperar en ese nacimiento aspectos importantes para nuestra vida.
Las lecturas nos ayudan a entrar utilizando una categoría simbólica, la categoría de la luz que supera a las tinieblas. Las tinieblas son vencidas por la luz, como dice el profeta Isaías en la primera lectura, el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz. Y esta luz es la misma que vieron los pastores cuando nació Jesús en Belén.
Esta idea de la luz que resplandece nos ayuda a entender de mejor forma el impacto que tiene el nacimiento de Jesús. ¿Cómo entenderlo como una luz para nuestra vida? Solamente lo podemos entender cuando también podemos experimentar las tinieblas que pueden haber en la vida de todos nosotros. ¿Qué tipo de tinieblas, podemos preguntarnos, tenemos a veces? Hay muchas tinieblas que pueden acercarse, hacerse presente, amenazarnos o incluso aplastarnos.
Pero podríamos agrupar como en tres tipos de tinieblas que tenemos en la vida. La primera, la más común, son las tinieblas que tienen que ver con la fragilidad humana, con lo que somos. Las tinieblas que tienen que ver con la enfermedad, las tinieblas que tienen que ver con el dolor, las tinieblas que tienen que ver con nuestra incapacidad para hacer muchas cosas, las tinieblas que nos hablan de que nuestra vida no la podemos superar por nuestro propio esfuerzo.
Siempre nos encontramos limitados. Puede ser una enfermedad, puede ser la pobreza, puede ser el miedo, puede ser una catástrofe natural. Todas esas realidades nos hablan de lo extremadamente frágiles y débiles que somos.
Es cierto que la humanidad con el tiempo, con su desarrollo, ha ido de una u otra forma mitigando esa condición, pero nunca la supera. Siempre aparece nuestra fragilidad. Después vienen otro tipo de tinieblas que también se pueden acercar a nuestra vida y golpearnos.
Tienen que ver con las relaciones entre los seres humanos. Todos nosotros nos relacionamos con los demás, y en la forma de relacionarnos a veces es de forma agradable, confortable, enriquecedora, o a veces nos relacionamos con tensión, con agresión o incluso con violencia. Y surge esta situación en la cual la forma en que nos comunicamos unos a otros puede ser en algunas ocasiones una forma que nos produce tinieblas o nos produce temor, o nos produce amargura o tristeza.
Y eso pasa, no solamente con personas que no conocemos, sino que también pueden pasar en el ámbito más cercano, incluso familiar. Y uno dice, ¿por qué se me produce esto en mi familia o en las personas con las cuales yo me relaciono? Son tinieblas también que nosotros vemos y que podemos experimentar. Pero hay un tercer tipo de tinieblas que son las más graves, las más difíciles de superar, y a veces con las que más nos cuesta comprender.
Que es la tiniebla de darnos cuenta que nosotros no podemos trascender por nuestros propios medios, de que tenemos un inicio y un término. Y que todo lo que hacemos en la vida, todo lo que realizamos, todo lo que soñamos, puede concluir y terminar abruptamente. Puede ser algo que se termine.
Y nos preguntamos, ¿y eso habrá tenido sentido? ¿Nos permitirá ir más allá? ¿Cómo podemos trascender y llegar al mundo de lo divino para prolongar nuestra vida hacia lo eterno? Y a veces nos damos cuenta que por nuestro propio mérito, por nuestro propio esfuerzo, por nuestras propias capacidades, no somos capaces de trascender, no podemos trascender. Pues bien, el Señor hoy, con el misterio de la encarnación, con la celebración de la Navidad, se presenta como una gran luz, fulgurante, que viene a iluminar estas tinieblas que podemos experimentar en nuestra vida. En primer lugar, porque Él no llega como llegan los poderosos, no llega con una luz espectacular.
Él llega haciéndose uno de nosotros, compartiendo nuestra condición humana, compartiendo la enfermedad, compartiendo la fragilidad, compartiendo todas aquellas tinieblas que nosotros podemos experimentar en nuestra vida. Y así Él las vivió, con intensidad, como todos nosotros las vivimos. Primera forma en que Jesús se presenta como luz.
Estos dolores o estas tinieblas de nuestra condición humana nunca nos pueden aplastar como nunca aplastaron a Jesús de Nazaret. La segunda forma en que Jesús se presenta como tiniebla, como luz que supera las tinieblas, es justamente atrás de su predicación y de su palabra. Especialmente cuando nos invita a superar las tensiones entre nosotros o las relaciones a veces heridas, desde la caridad y el amor.
Cuando nos dice, ama al prójimo como a ti mismo, vence aquello que te oprime, vence aquello que te hace temer, para poder efectivamente vivir en el amor. Y la tercera forma en que Jesús se presenta como luz que supera las tinieblas, lo vamos a celebrar más concretamente en la próxima Semana Santa, cuando hagamos memoria y celebremos el tránsito de Jesús por su pasión, por su muerte y su resurrección. El misterio de la Navidad que celebramos hoy resplandece aún más claramente cuando en algunos meses más celebremos la Pascua, es decir, el triunfo de Cristo sobre la muerte, sobre el odio, sobre la violencia.
Por eso Él también se nos propone como luz que viene a iluminar hoy nuestras tinieblas o todo aquello que nos pueda amenazar en nuestra condición humana. Por eso nosotros hoy día celebramos y por eso también el texto del Evangelio que acabamos de escuchar, tomado de San Luca, muestra que a los primeros que se presentó y manifestó el nacimiento de Jesús fue a los más pobres y abandonados que había en aquel entonces, un pequeño grupo de pastores que vivían un poco marginados, pero para ellos se les anunció esta hermosa noticia del nacimiento de un niño. Como dice el profeta Isaías, un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado.
La soberanía reposa sobre sus hombres y se le da por nombre, Consejero Maravilloso, Dios Fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la Paz. Festejemos entonces Navidad y alegrémonos por esto porque el Señor es el Príncipe de la Paz, el Consejero Maravilloso que resplandece como la auténtica luz que espanta y hace alejar las tinieblas de nuestra vida. A Él sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”
Amén.