Arzobispado de Puerto Montt

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Mons. Fernando Ramos: “la Navidad es antes que nada una fiesta en donde está al centro el niño Dios”

En la catedral de Puerto Montt, la familia de Puerto Montt se reunió el 25 de diciembre para celebrar la Navidad junto a la figura del niño Dios recién nacido. La Santa Misa fue presidida por el arzobispo de Puerto Montt, monseñor Fernando Ramos quien recordó el verdadero sentido de la Navidad:

“En este día, 25 día de Navidad hacemos memoria de lo que está representado en este pesebre. Justamente anoche cuando celebramos con la catedral, colocamos el niño Dios en medio del pesebre y quedó completo este pesebre y que al centro encontramos la figura más frágil, la más incapaz de defenderse, la incapaz de hacer cualquier cosa, un niño recién nacido, es el centro del pesebre. Y la Navidad evoca este momento para celebrar muchas cosas, de hecho la fiesta de Navidad es una de las fiestas más esperadas en el año por todos y que sin embargo no todos celebran lo mismo.

Para muchos la Navidad es simplemente una fiesta familiar, de encuentro, de hacerse regalos. Para otros la fiesta de Navidad es la fiesta de los niños, hay mayor consideración a los niños y eso está bien. Para otros la fiesta de Navidad es una fiesta de fraternidad, de encuentro, en donde se ponen en evidencia algunos valores como la paz, como la alegría, como el gozo, los buenos sentimientos que tenemos que tener entre nosotros.

Así podemos ir agregando distintos motivos por los cuales la gente celebra la Navidad. Pero para nosotros los cristianos la Navidad, si bien es cierto, recupera todos esos elementos anteriores que he señalado, la Navidad es antes que nada una fiesta en donde está al centro el niño Dios, Jesucristo el Señor, que nace como un niño débil y frágil, pero que detrás de ese niño nosotros somos capaces de descubrir algo mucho más grande, mucho más relevante y mucho más trascendente. De hecho, escuchamos en la segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos, el inicio de esta Carta, que el texto decía, después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo.

Este es el centro de la Navidad, Dios nos habla por medio de su Hijo. Y efectivamente, si nosotros repasamos el Antiguo Testamento, encontramos las palabras de varios profetas, de los cuatro grandes profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, y de doce profetas menores, que está Joel, Amos, Oseas, Zacarías y varios más. Y todos ellos iban traduciendo la Palabra de Dios para el presente que vivía el pueblo de Israel.

Y siempre ocurría lo mismo, algunos la acogían, otros no la acogían, algunos le hacían caso a los profetas y otros, la gran mayoría, los rechazaba. Por eso, al final de los tiempos, Dios ha querido hablar por su Hijo, que es Jesucristo el Señor. Pero como escuchamos ya en el texto del Evangelio, tomado del Evangelio según San Juan, también ha ocurrido con esta palabra que llega a nosotros, con la Palabra de Dios en la persona de Jesús, que algunos la aceptan y otros la rechazan.

Dice el Evangelio de San Juan, la Palabra era la luz verdadera, que al venir a este mundo ilumina a todo hombre. No es una palabra cualquiera, es una palabra que ilumina.  Pero, dice así, vino a los suyos, a los miembros del pueblo de Israel, y los suyos no la recibieron.

Pero, a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Eso es lo que somos nosotros, somos aquellos que aspiramos, y anhelamos recibir esta Palabra, y a través de esa recepción nos transformamos en hijos de Dios. Eso es Navidad.

En Navidad es descubrir que detrás de todo lo que nosotros celebramos, de todo lo que nosotros realizamos, muchas cosas muy hermosas y muy bonitas, detrás de todo ello lo que se hace patente y claro es que Dios se comunica con nosotros, de tal forma que Él toma lo que es nuestra condición humana. Aparece como uno de nosotros, como un niño. Aparece como un ser humano, pero que no es simplemente un ser humano, sino que es Dios mismo que quiere comunicarse con nosotros.

Y nos invita a vivir la aventura que significa ser hijo de Dios. Este es el mensaje de esperanza, el mensaje de alegría que nos da hoy día la Navidad. Y por eso, como decía la primera lectura tomada del profeta Isaías, decía que hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia.

¿Por qué? Porque siempre cuando uno recibe una buena noticia, se le llena de gozo el corazón. Y los pasos de aquellos que anuncian que Jesucristo el Señor ha nacido, que es Hijo de Dios, y que se nos invita a ser nosotros también hijos de Él, es simplemente una buena noticia. Por eso, queridos hermanos y hermanas, celebremos esta Navidad con un espíritu de alegría y de gozo, sabiendo que el Señor nos visita.

Y si el Señor nos visita, lo mejor que nos puede pasar es encontrarnos con Él. Porque nuestra vida cambia, nuestra vida se transforma por la presencia y la cercanía del Señor. A Él sea todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos”.

Amén.