Arzobispo de Puerto Montt: brilla la resurrección del Señor en medio de nosotros”
Fieles concurrieron masivamente a la Catedral de Puerto Montt para celebrar la Pascua de Resurrección.
La celebración fue presidida por el Arzobispo de Puerto Montt, Fernando Ramos, quien dijo que lo que nos convoca esta mañana es el Día del Señor. “Todos los domingos nosotros celebramos al Señor Resucitado, pero especialmente este domingo, Domingo de Pascua y Resurrección, brilla la resurrección del Señor en medio de nosotros, porque justamente anoche en esta misma Iglesia Catedral celebramos la Vigilia Pascual en la que hemos bendecido el fuego que enciende este hermoso Cirio Pascual, que nos representa a Cristo Resucitado que con su luz ilumina las tinieblas de nuestra vida.








“¿Y cómo fue la experiencia que tuvieron los primeros discípulos de encontrarse con Jesús? ¿De dónde surge esta convicción tan grande? ¿Cómo es posible que nosotros los cristianos, de todo tiempo y de todo lugar, no solamente los católicos, sino que todos los cristianos, ortodoxos, anglicanos, evangélicos, calvinistas, metodistas, todas las denominaciones cristianas, nos ponemos de acuerdo en algo fundamental, en que Cristo resucitó?
Y esto surge de la experiencia que tuvieron los primeros discípulos, de la cual hemos escuchado en el Evangelio de Juan cómo, en primer lugar, fueron algunas mujeres, particularmente María Magdalena, al sepulcro, iban a honrar el sepulcro, a llorar la muerte de Jesús, y se encuentran con este hecho insólito de que la piedra que tapaba el sepulcro había sido removida y el sepulcro estaba vacío. Esta mujer corre y le va a decir a los discípulos, a Pedro y a Juan, que no estaba vacío el sepulcro y parece que se había llevado el cuerpo del Señor. La primera lectura que se hace ante el sepulcro vacío es que alguien se llevó el cuerpo. Corre Pedro y Juan, llega primero Juan al sepulcro, que era más joven, no entra pero ve que las vendas que habían recubierto el cuerpo estaban depositadas dentro del sepulcro. Llega Pedro después y él sí entra, ve las vendas y ve el santo sudario aparte, envuelto, separado de las vendas. Y en ese momento se da cuenta que algo extraordinario había ocurrido allí.
Se da cuenta que lo que había anunciado Jesús se había hecho realidad. Recordaba las palabras que Jesús le había dicho, que iba a subir a Jerusalén, que allí iba a ser maltratado, que iba a morir pero al tercer día iba a resucitar. Y al ver las vendas envueltas de una parte y el santo sudario envuelto en otro, se da cuenta que la única posibilidad para que eso esté así es que Jesucristo haya resucitado.
Pero no solamente fue esa experiencia, sino que después, en la tarde de ese mismo día, como lo narra el mismo Evangelio de Juan, estando los discípulos reunidos, sin saber qué significaba todo eso, Jesús se apareció en medio de ellos. Y después durante 50 días tuvieron distintos encuentros con Jesús resucitado. Eso es lo que narra el mismo Pedro, en la primera lectura tomada de los hechos de los apóstoles, en que él hace una síntesis en un discurso que hace ante una asamblea de qué ha ocurrido con Jesús, que no solamente fue alguien que pasó haciendo el bien y sanando a las personas que estaban enfermas, sino que fue llevado a la muerte en Jerusalén, fue sepultado, y ellos tienen la experiencia de haber estado con él resucitado.
Dice él, hemos comido y bebido con él. Es decir, su experiencia de que Cristo ha resucitado surge de un contacto directo con él. Y eso es lo que él da testimonio.
Y desde aquel entonces, desde el testimonio que dieron los primeros apóstoles al mundo entero, es que nosotros, los creyentes de muchos siglos después y en lugares muy lejos de donde ocurrieron todos estos hechos, también nos reunimos para confesar que Cristo ha resucitado. Pero esto no solamente lo hacemos para darnos cuenta de que ocurrió un hecho inaudito en la historia de la humanidad, no simplemente por una curiosidad histórica, sino que también reconocemos que en este hecho, la resurrección de Cristo, nuestra vida se ve profundamente afectada, modificada positivamente. Nuestra vida depende de la resurrección de Cristo.
Porque todas las dificultades que nosotros podamos experimentar en la vida o todas las tinieblas que podamos vivir en nuestra propia existencia quedan iluminadas desde la resurrección de Cristo. Es tan importante este hecho que nuestra vida no queda no afectada por él, sino que queda modificada. Y por eso somos invitados a sentirnos profundamente renovados en nuestra esperanza, en nuestra fe y en nuestra forma de enfrentar la vida desde la resurrección de Cristo.
Por eso San Pablo nos decía despojémonos de la vieja levadura para hacer una nueva masa. Es una imagen que usa San Pablo usando algo tan cotidiano como es preparar pan y que en la masa se le echa un poquito de levadura para que fermente con una nueva levadura que es la resurrección de Cristo, nuestra vida adquiere una dimensión nueva. Adquiere una dimensión nueva.
No puede no ser así porque la resurrección de Cristo es algo tan importante. Cristo, que siendo el Hijo de Dios, tomó nuestra condición humana y ha vencido a la muerte, entonces nosotros también podemos vencer todo aquello que nos produce temor, nos lastima, nos hiere o nos afecta. Y podemos hacer nosotros un elenco larguísimo de todas las cosas que en nuestra vida nos amenazan.
El dolor, la violencia, el temor, la angustia, las dificultades económicas, las dificultades en las relaciones de unos con otros, las rupturas familiares o el propio mal que podamos nosotros haber hecho en nuestra vida y que nos damos cuenta después con el tiempo. Tantas cosas que de repente se nos acercan en nuestra vida, las recordamos y sentimos que nos dan una sombra, que nos oscurece, que nos entristece. La resurrección de Cristo nos dice que todo eso es relativo, todo eso es superable.
Incluso la muerte es superable en la medida que nosotros vinculamos nuestra vida a la persona de Jesucristo. ¿Y cómo lo hacemos? Nosotros tenemos un gran regalo que nos dio el Señor y que ayer en la Vigilia Pascual lo renovamos. A través del sacramento del bautismo nosotros hemos sido injertados en la persona de Jesús.
Sí, tal cual, injertados en la persona de Jesús. El bautismo nos purifica de todo aquello que nos pueda apartar de Dios. El bautismo nos da la fuerza para poder vivir en comunión con el Señor.
Y por eso, ayer en la Vigilia Pascual, en uno de los momentos importantes de la celebración, hemos renovado nuestra fe, hemos renovado nuestro bautismo. Incluso una hermana nuestra recibió, una joven adulta recibió el sacramento del bautismo. Le dijo sí al Señor, quería integrarse a la gran comunidad eclesial y fue bautizada aquí en la Vigilia Pascual.
Y el resto de la Asamblea renovó sus promesas bautismales diciéndole sí al Señor, diciéndole sí a la resurrección de Cristo en la propia vida. Por eso es tan importante lo que estamos celebrando en estos días. Y ahora desde hoy, hasta 50 días después de hoy, vamos a tener un tiempo litúrgico que se llama Tiempo Pascual.
Y en todas estas celebraciones va a estar el Sirio Pascual encendido presidiendo nuestras liturgias para decirle sí al Señor, que tu luz sea nuestra luz, que tu luz haga espantar nuestras tinieblas, todo aquello que nos oprime, todo aquello que nos afecta, todo aquello al cual le tenemos miedo, todo aquello que nos produce angustia. Porque lo mismo que vivió el pueblo israelí de pasar de la esclavitud de Egipto a la tierra prometida, es lo que nosotros también podemos vivir, de pasar de la esclavitud del pecado, del mal, de la angustia, a la libertad, de la gracia, de la bondad y la paz que el Señor nos regaña. Que el Señor nos bendiga entonces y nos haga caminar con esperanza en este Tiempo de Pascua.
Y podamos convertirnos todos en testigos de Cristo resucitado ante el mundo entero, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestros barrios, en las relaciones que tengamos con los demás. Así espantaremos las tinieblas del mundo. Jesucristo resucitado, sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
Amén.