Monseñor Ramos expresó en su homilía “ciertamente cuando nos encontramos con la muerte o el fallecimiento de alguien conocido el dolor nos colma el corazón, la muerte siempre nos golpea, más aún cuando es algo que ocurre de forma trágica e inesperada, en pocos minutos, por un accidente y también cuando es alguien conocido o que ha tenido grandes responsabilidades no solo de una comunidad local sino en tu gran nación como es el caso de Sebastián”.

“Él era una síntesis de muchas cosas. Era doctor en economía, empresario y político, tres dimensiones que no siempre se sintetizan en una persona. Todos los sectores políticos reconocían en él una capacidad de diálogo muy grande y una gran lucidez para captar lo que le plantean también sus adversarios. También fue Presidente en dos períodos, y en muy pocos casos en la historia de nuestro país tenemos personas que hayan sido presidente en dos ocasiones elegido democráticamente lo cual habla de su particularidad”.

Monseñor recordó que en medio del estallido social tuvo la posibilidad de reunirse con él y con varios líderes religiosos de Chile. “Fuimos tres obispos a reunirnos con él en La Moneda, una tarde que había una gran convulsión en Santiago, y él nos pidió dos cosas: primero que si le podíamos compartir nuestra percepción de lo que estábamos viviendo y así ocurrió y la segunda cosa que nos pidió es que rezáramos mucho por nuestro país. Él tenía una genuina esperanza de paz, así lo manifestó y rezamos con él un Padre Nuestro”.

“Hay muchos otros casos, muchas otras situaciones que le tocó a él enfrentar como Presidente y que ciertamente lo hizo desde su convicción más profunda de qué era lo mejor que había que realizar”.

La persona creyente sabe que la vida es un regalo es un don, que no se compra, ni los más poderosos, ni lo más ricos, pueden comprar la propia vida. Junto con eso el creyente y también creo que Sebastián Piñera, vivió con intensidad, supo que es un colaborador de la creación, particularmente los empresarios pueden tener claramente esa perspectiva para enfrentar su propia acción como colaborar con la misma creación.

Lo más valioso que tenemos nosotros los cristianos, es rezar unos por otros, especialmente por nuestros difuntos para que el Señor lo reciba en su reino, para que les regale el don de la resurrección que solamente se sustenta en Jesucristo, para que nosotros también podamos mirar este momento de dolor con esperanza y confianza.