¿Es posible la paz?
Muchas veces nos preguntamos si acaso es posible la paz entre los pueblos. Razones y situaciones que nos hablan más bien de lo contrario no faltan en la historia de la humanidad. En nuestros días hay vigentes conflictos armados entre Rusia y Ucrania, que amenaza con extenderse a otras naciones, y también en el siempre complejo Medio Oriente entre Israel, Irán, Hamás y Hezbolá. Los conflictos avanzan en el tiempo dejando una terrible secuela de muertes, dolor y sufrimiento, especialmente en la población civil, sin que se avizore en el tiempo un término que permita soñar con la paz.
Desde una perspectiva pesimista, alguien podría sostener que la condición humana tiende al conflicto y a la violencia para resolver las controversias que aparecen en la vida. Sin embargo, no siempre es así. Hace unos 40 años atrás estuvimos a punto de entrar en un conflicto armado entre Chile y Argentina por la disputa sobre la soberanía de tres islas en la boca oriental del canal del Beagle. Todo parecía indicar que se iba a desencadenar una guerra, lo cual habría traído trágicas consecuencias en la vida de ambos pueblos. ¿Qué ocurrió para que no se llegara a esa dramática conclusión?
Los historiadores han puesto de relieve diversos factores que en algún grado incidieron en la resolución pacífica del conflicto. Pero lo que nadie discute fue la importancia de la mediación papal, aceptada por Juan Pablo II, a petición de diversas personas tanto de Chile como de Argentina. Este osado y decidido compromiso del Papa permitió que el 29 de noviembre de 1984 se firmara el Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile dando una solución completa, definitiva y pacífica a la controversia que se había suscitado entre ambas naciones.
A la pregunta inicial si acaso es posible la paz, podemos responder con certeza que sí es posible, en la medida que se busque el entendimiento a través del diálogo sincero y constante. De eso dan testimonio Chile y Argentina, pues supieron resolver una diferencia significativa, gracias a la mediación de la Santa Sede. Por eso mismo, ¿qué hubiera costado que los actuales presidentes de ambas naciones se hubieran encontrado en torno a esta fecha para conmemorar y celebrar la solución pacífica al mencionado conflicto o que ambos cancilleres – y no solamente uno – hubieran concurrido a Roma para conmemorar junto al Papa ese momento? El valor de la paz debería primar sobre nuestras diferencias.
+ Fernando Ramos Pérez
Arzobispo de Puerto Montt