Arquidiócesis de Puerto Montt celebró Misa Crismal con renovación de promesas sacerdotales
Los sacerdotes de la arquidiócesis renovaron su compromiso ministerial en la Catedral de Puerto Montt acompañados de cientos de fieles
La comunidad de Puerto Montt se reunió en la Catedral Metropolitana en una de las liturgias más significativas del año litúrgico, en la que se consagran los santos óleos y se renuevan las promesas sacerdotales.
La Eucaristía fue presidida por el arzobispo de Puerto Montt, monseñor Fernando Ramos quien explicó que “esta Santa Misa, la Misa Crismal, es una de las misas más hermosas que tenemos todos los años en el ciclo litúrgico y particularmente en todas las catedrales del mundo entero. Nosotros los seres humanos tenemos un gran problema, ¿cómo relacionarnos con Dios? ¿Cómo contactarnos con Él, si no lo vemos, si no lo tocamos? Nosotros tenemos espíritu, alma y tenemos cuerpo”.






Homilía
“Todo lo que nosotros conocemos, todo lo que nosotros obtenemos, lo que podemos aprender y decir, lo hacemos a través de nuestros sentidos. Los cinco sentidos para nosotros son tremendas ventanas que permiten vincular nuestra interioridad con lo que nos rodea. Si los cinco sentidos no funcionan, quedamos desconectados con el mundo.
En cambio, si los cinco sentidos funcionan bien, estamos conectados con el mundo. Pero ¿cómo podemos conectarnos con Dios, que no tiene cuerpo, que no tiene límite, que no tiene tiempo, al cual no podemos escuchar como nos escuchamos nosotros, al cual no podemos tocar como nos tocamos entre nosotros? ¿Cómo nos relacionamos con Él? Y encontramos esa dificultad tan grande, pero Dios, que no solamente nos creó, sino que también nos ha salvado, nos ha dado una esperanza, nos ha dado futuro desde nuestra fe, Él ha querido proveer de esta dificultad, venir al encuentro de nuestra propia dificultad. Y ha querido aparecer como uno de nosotros, en la segunda persona, en la Santísima Trinidad, que ha tomado la condición humana.
Y así, en el tiempo y en la historia, Dios aparece en forma humana en la persona de Jesucristo. Ese misterio nosotros lo celebramos para Navidad. Ese niño pequeño que nace en un pesebre de Belén, esconde, esconde la gloria de Dios, la maravilla de Dios que se hace pequeño como uno de nosotros.
Pero no solamente eso, sino que el Verbo, la Palabra de Dios, que tomó la condición humana, nos comunica y entrega la verdad de Dios de Su plan para con nosotros, que nos invita a que nosotros podamos tener la salvación, la esperanza en Su Reino y abrir nuestro corazón a esta realidad tan maravillosa. Y por eso se rompe esta barrera de dificultad de encontrarnos con Dios a través de lo que Jesucristo nos habla, a través de lo que Jesucristo hizo y, por sobre todo, a través de lo que Jesucristo experimenta con su pasión, con su muerte y su resurrección. Y para que toda la gente, de toda la humanidad entera, en todo tiempo y lugar pueda tener acceso a esta gracia tan grande del Dios que se comunica a toda la humanidad sea posible, es que Él ha dejado algunos signos para que todos podamos tener encuentro con Él.
Y esos signos, que tienen un valor simbólico muy grande, son los sacramentos. Hoy, en esta Misa Crismal, vamos a poner de relieve algunos sacramentos, no todos, pero sí algunos, a través de los elementos que lo componen. Con el nombre de Misa Crismal, se quiere referir a que en esta Santa Misa vamos a bendecir el Santo Crisma.
El Santo Crisma, como vamos a ver en un momento más, es un aceite al cual le vamos a colocar unas esencias o perfumes, va a quedar un aceite perfumado, que representa el Espíritu Santo, que se transmite a través de algunos sacramentos como el bautismo, como la confirmación y también como el sacramento del orden. Es decir, cuando alguien es ordenado presbítero u obispo, recibe también ese aceite. Para especificar y expresar simbólicamente, a través de este signo tan poderoso, que esa persona que recibe uno de estos sacramentos, está recibiendo el Espíritu del Señor.
Pero también vamos a bendecir el óleo que usamos con los enfermos. Quizá alguno de ustedes ha recibido la Santa Unción alguna vez, que ha estado enfermo, que también puede ser una persona anciana. La enfermedad y la ancianidad nos muestran nuestra fragilidad.
Y la fragilidad, como otras cosas también, nos invitan a clavar al Señor. Es así. Cuando estamos en dolor, en dificultad, nuestra sensibilidad se abre a la presencia del Señor.
Cuando está todo bien, todo tranquilo, no tenemos problemas, a veces nos olvidamos del Señor. Pero cuando estamos en urgencia o molestia o problema, clavamos al Señor. Y el Señor viene.
Y el Señor viene en el caso de enfermedad o alguna otra dificultad física, con el sacramento de la Santa Unción. Y un elemento importante de ese sacramento es justamente la unción con este óleo consagrado, que es distinto del Santo Crisma, pero es un óleo que expresa simbólicamente la benevolencia, la ternura y la compañía de Dios en el dolor. Somos muy afortunados porque Dios nos ama de tal forma que llega incluso cuando estamos mal, cuando estamos enfermos, cuando estamos acongojados, no nos abandona.
Y eso hacemos memoria hoy con la bendición del óleo de los enfermos. Y también vamos a bendecir un tercer óleo, que es un óleo que no se usa para los sacramentos, sino que prepara un sacramento. Vamos a usar el óleo de los catecúmeros, que no se ocupa en Chile un poco menos, pero aquellos que se están preparando, especialmente adultos, al sacramento del bautismo pueden, en ese proceso, recibir este sacramento de los catecúmeros.
El óleo de los catecúmeros es un aceite que prepara el bautismo, que es el primero de los sacramentos. Como ustedes pueden ver, estos tres tipos de aceite que vamos a bendecir son expresión simbólica de cómo Dios nos sigue acompañando en nuestra vida y en nuestra historia, en los momentos difíciles y en los momentos alegres, en los momentos que nos permiten entrar a la comunidad cristiana, como el sacramento del bautismo, o también en los momentos en que recibimos un ministerio para el servicio del pueblo de Dios, como es el sacerdocio o el episcopado. Pero hoy también vamos a hacer otro gesto simbólico muy importante.
Nos acompañan buena parte de los sacerdotes que viven y trabajan aquí, en la Arquidiócesis de Puerto Montt. Sacerdotes diosesanos y sacerdotes religiosos. Es el conjunto de sacerdotes que están sirviendo al pueblo de Dios aquí, en nuestra Arquidiócesis.
Y ellos, una vez terminadas estas tres palabras, van a renovar sus promesas sacerdotales. Si ustedes ponen atención en las preguntas que yo voy a formularles, ellas apuntan a la esencia del sacerdocio, es decir, cómo en primer lugar uno se consagra, se dedica exclusivamente al servicio de Dios y al servicio de la Iglesia, es decir, al pueblo de Dios bautizado. El sacerdocio tiene una función instrumental, es un instrumento.
Somos una herramienta, un simple instrumento para servir a la gracia del Señor. Si no hay gracia del Señor, el sacerdocio no sirve para nada. Si no existe el Señor, si Jesucristo no hubiera resucitado, como dice San Pablo, vano sería nuestra esperanza, pero vano sería también nuestro sacerdocio.
No serviría de nada. Nosotros hablamos, actuamos, nos cansamos, trabajamos, predicamos, visitamos a los enfermos en el nombre del Señor, solamente en el nombre de Él. Nosotros no somos en sí mismo la buena noticia, la única buena noticia es Jesucristo el Señor.
Y por eso nosotros estamos a su servicio, para que el pueblo de Dios pueda tener esta experiencia de encuentro con Él, a través de alguien que lo represente simbólicamente, porque nosotros los seres humanos, repito, tenemos profunda necesidad de ver y también experimentar con nuestros sentidos lo que es la presencia del Señor. Pidiéndole entonces al Señor de la vida que nos siga acompañando, que nos dé su luz y sus sacramentos, para que este pueblo esté edificado en la paz, en la justicia y en la verdad, para que el reino de Dios se haga presente en medio de nosotros. A Jesucristo sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
Amén.